Faustina Kowalska fue testigo de una serie de apariciones donde Jesús le dijo que “la humanidad no encontrará paz hasta que se dirija con confianza a la misericordia divina”.
Aunque al principio hubo dudas sobre la legitimidad de las experiencias místicas, quedaron validadas cuando, en 2005, el papa Juan Pablo II la canonizó: así consolidó la devoción a la Divina Misericordia, que se celebra el domingo siguiente al de Pascua.