El día que Wally consiguió trabajo, los vecinos de Acassuso festejaron.
En el lavadero que está sobre la rotonda, los dueños lloraban desconsolados junto a la kiosquera de la esquina.
El hombre que hacía años paraba justo enfrente, en una estación de taxi abandonada que él mismo bautizó “el banquito”, empezaba a soñar con un futuro diferente, uno en el que la calle ya no fuera el lugar donde dormiría por las noches..